BIOGRAFÍA

lunes, 27 de septiembre de 2010

LA VIDA LOCA DE CHRISTIAN POVEDA

Después de una semana bastante ajetreada y llena de algunas  experiencias cinematográficas muy padres (como la Premier de Sincronía, una cinta dirigida por mi amigo Jorge Iván Morales) y de otras un tanto decepcionantes (como la Expo PROA, que resultó ser más rollo que película) tenía ganas de sentarme a escribir un rato.

Revisando los estrenos del próximo viernes, me topé con la sorpresa de que por fin se va a exhibir en cines comerciales un documental que desde hace bastante tiempo tengo ganas de ver. Se trata de La vida loca, de Christian Poveda, un filme que ha recorrido infinidad de festivales de cine a nivel mundial.

La cinta retrata el día a día de una de las pandillas más violentas de América Latina, la Mara 18, rival de la conocida Mara Salvatrucha. El director (que tenía experiencia como corresponsal de guerra) consiguió lo que nadie más había podido: ganarse la confianza de éstos jóvenes y filmar su mundo.

Durante un año y medio, Poveda prácticamente vivió en uno de los barrios más bravos de El Salvador, La Campanera, donde ni siquiera la policía se atreve entrar. Registró las relaciones personales de los maras, los problemas internos de la organización, su alto nivel de violencia (incluso, presenció algunos asesinatos, según comentaron varios medios) y sus códigos privados, como el significado de sus tatuajes.


Sin embargo, por muy cruda que resulte la realidad plasmada en la pantalla, la historia que siguió al éxito del documental resulta aún más impresionante. En septiembre de 2009, Christian Poveda fue encontrado muerto dentro de su propio coche en El Rosario, un lugar a 15 km de San Salvador. Tenía 52 años.

Pocos días después fueron detenidos como sospechosos un policía y cinco jóvenes que pertenecían a la Mara 18, los mismos pandilleros que le habían permitido filmarlos y que fueron protagonistas de La vida loca. Su asesinato conmovió al mundo entero.

Por eso, a pesar de que el documental se puede encontrar online en infinidad de páginas, me he rehusado a verlo y he esperado pacientemente. Creo que Poveda merece que su trabajo sea respetado y disfrutado en la oscuridad de una sala de cine, con el sonido adecuado y no en algún sitio pirata. Después de todo, y aunque las cosas cambien con las nuevas tecnologías, el cine se hace para disfrutarse a oscuras.

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