BIOGRAFÍA

martes, 18 de octubre de 2011

TENER UNA CÁMARA NO TE HACE DIRECTOR


Hace algunos años la idea de hacer un cortometraje, una miniserie e incluso un largometraje con una cámara lo suficientemente pequeña como para llevártela en tus vacaciones, y luego editar tu filme en la misma computadora que usas para chatear y checar Facebook, parecía una historia de ciencia ficción. Sin embargo hoy en día es una realidad.

Las ventajas son infinitas y obvias y en Internet se pueden leer decenas de historias de jóvenes talentoso que al más puro estilo de la Cenicienta, han conseguido ofertas de trabajo en las “grandes ligas” a partir de un buen cortometraje.

Sin embargo, no todo lo que brilla es oro y como diría Spiderman “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. El avance tecnológico ha conseguido también que cientos de chi@s con sed de fama y con un pésimo sentido cinematográfico llenen las páginas (e incluso algunos festivales) de materiales francamente vergonzosos.

Y es que tener las herramientas tan cerca ha hecho que la mayoría redefina la frase “a hacer cine se aprende haciéndolo” y se olviden que para hacer cualquier cosa es necesario tener preparación. Es necesario ver películas, leer libros, ir a conferencias, talleres, escuelas y sobretodo, aprender de aquellos que hicieron historia.

En más de una ocasión he leído o escuchado a directores y guionistas talentosos comentar que hacen películas “porque tienen algo que decir”. Sin embargo, la mayoría de los jóvenes optan por innovar técnicamente y se olvidan de lo más importante: la historia. Por eso no es de extrañar que muchos cortos tengan finales abiertos e “inesperados” que funcionan muy bien a la hora de sorprender pero que se derrumban cuando le preguntas al director “¿por qué?” La respuesta suele ser “es que eso no se sabe” pero en realidad lo que quiere decir es “quien no lo sabe soy yo”. ¿Si no tienes nada que decir para qué quieres que te presten atención?

Una de las cosas que me parece más preocupante es cómo algunos festivales de cine, incluso de talla internacional, terminan por fomentar este método. Hoy en día se le cuelga el cartel de “cine de arte” a todo aquello que no entendemos. (Ojo, no quiero decir tampoco que todo el cine de arte sea así, hay miles de películas que entran en esta categoría que son verdaderas joyas renovadoras.)

Y es que al final, todo se reduce a una cuestión que aunque suene demasiado obvia se suele pasar por alto: no todos tenemos talento para hacer cine (por más que estemos seguros que somos la reencarnación de Orson Wells y que Quentin Tarantino se morirá de envidia cuando vea nuestra peli); y si lo tenemos, es necesario educarlo y entrenarlo. Hacer cine es una gran responsabilidad y tener una cámara no nos hace directores.